Recapitulemos: nací con una hemiparesia en el
lado izquierdo de mi cuerpo. Hasta hace un año, esto sólo se traducía en que
“soy coja” así que, por no hacer, no había hecho ni abdominales. Ahora bien,
hace un año mi cuerpo empeoró y se volvió en mi contra: dolores, espasmos… en
paro y enferma, debería decir que estaba triste e irritable, pero diré que, enrealidad,
estaba insoportable, de mala leche y que ni yo misma me aguantaba. Entonces, mi familia, a pesar de
mis constantes negativas...me obligó a ir a un gimnasio, no sé si por mi bien
realmente o por intentar sacarme de casa unas horas al día.
En estos diez meses de practicar “deporte” regularmente ( 2 horas, tres
veces por semana) he percibido en mi muchos cambios tanto físicos como
psíquicos. Los demás lo notan, aunque no definen bien las razones. Quiero narrar lo que he pasado hasta
ahora y empezaré por mi estado de ánimo, una parte de los cambios psíquicos.
Hay muchos estudios que explican la relación
entre estado de ánimo y actividad física. La verdad es que nunca los he leído y
para no contaminar mi narración, no voy a hacerlo ahora ( que nadie piense que
es por pereza... je,je,je).
El primer día... la primera semana... bueno,
vale, el primer mes no pasaba de 20 minutos en total de ejercicios
cardiovasculares (bicicleta, cinta, elíptica) y media hora de piscina. Sentía
agujetas en músculos que no recordaba que existían y otros que directamente
ignoraba su existencia...¿me quejaba? SI y mucho. Pero secretamente esa molestia
significaba para mí que mi cuerpo estaba ahí, que mis músculos despertaban cual
momia dormida y me gritaban “¡Estamos vivos!”. Pensando lo abandonados que los
tenía, supongo que gritaban con sorpresa.
El volver a tener una rutina, imponerme un
horario, salir de casa y enfrentarme a un desafío diario (cada minuto extra en
la bici)...me gustó. Compartir con otras personas y recibir un saludo cada
mañana, me animó a seguir .Poco a poco fui dejando calmantes, corticoides,
ansiolíticos, bajando en estos meses la friolera de nueve pastillas a tres diarias(siempre con recomendación
médica). Creo que no voy al médico de cabecera hace 5 meses. Sólo voy para buscar las recetas de lo que no puedo quitarme y es que
mi cuerpo empezó a responder positivamente y yo puedo notarlo.
Y al fin llegó ese día, creo que fué al tercer
mes, ese día que fuera del colegio una madre me dice “ Joer, Daniela, que bien
te veo” y de pronto hasta el de la farmacia me dice que estoy mejor. Llegados a
este punto aclaro: no he bajado ni un kilo, en gran parte por la medicación )y
en pequeña parte por ese chocolate negro con nata y almendras...y las
magdalenas del pueblo y la tortilla de patatas). Pero eso es lo de menos, lo
principal es lo de las pastillas. En fin, que me ven mejor, porque al tener las
piernas un poco mas fuertes camino con mayor seguridad y eso se nota en la
cara, simplemente, no llevo ceño fruncido.
Ahora me voy al gimnasio, con un bolso enorme
y uniformada con mi chándal…comprar un chándal fue una aventura que creo contaré
más adelante.