jueves, 13 de diciembre de 2012

Un poco de mi



Lo más difícil de ser discapacitada ha sido integrarme. No tanto con el mundo, como conmigo misma. Aceptar que nunca caminaré de manera “normal”, que jamás usaré tacones…que por mucho que lo intente mis manos no serán “bonitas. Ahora que lo escribo pienso “¡Que chorrada más grande!”…pero es difícil. Difícil porque la sociedad nos prepara para ciertas capacidades y llega un momento en que me doy cuenta que simplemente no las tengo, me doy cuenta de que soy “Dis-capacitada”.
Y esa integración es una lucha diaria, no exagero… veréis, cada vez que me enfrento a una nueva situación, respiro e intento averiguar cómo puedo compensar las capacidades que no tengo. Casi siempre me funciona, pero y ¿cómo me enfrento a un lugar donde el área de trabajo es el cuerpo?
Es duro tener que explicar a un monitor o a un compañero “esto no puedo hacerlo”, ese “no puedo” duele. A mí me ha tocado muchas veces desde que empecé a ir al gimnasio, primero con la “elíptica”: Recuerdo que al subirme los gemelos de mi pierna izquierda se agarrotaron, al ver como se acercaba el monitor, respiré para pensar que decirle. No hubo necesidad, me explicó él a mí que al tensar el pie con el movimiento circular, es la respuesta natural…enseguida pasó a decirme que con la bicicleta y la cinta puedo cubrir el ejercicio aeróbico. Más difícil fue explicar que no puedo estirar mi brazo izquierdo, así que hay movimientos que no puedo realizar…así fui absuelta de una de las máquinas.
Sea como sea la reacción de los otros, ya estoy lo suficientemente mayor para adaptarme a cualquier ambiente. Pero debo reconocer, que en el gimnasio ha sido sorprendentemente fácil. Pueden influir varios factores: que el personal del centro está bien preparado, que los usuarios del gimnasio y piscina (al contrario de lo que yo pensaba) son personas normales, tal vez un poco distintas por el valor que dan a la salud del cuerpo, más que a su aspecto.
Lo cierto es, que bromeo con los chicos que están con pesas de 30 kilos, mientras yo estoy justo al lado con una mancuerna de 2 …¡y la que se queja soy yo!, Lo cierto es que Diego, Silvia e Iván, no dudan en ayudarme a adaptar los ejercicios a mi cuerpo…y es que me han hecho ver, que no me falta más capacidad que al resto de personas, simplemente, mi cuerpo es distinto. Yo me adapto al ejercicio y el ejercicio a mí.

Y es que lo más difícil de ser discapacitada es aceptarme a mi misma tal cual soy, y al activar este cuerpo, al ver que puedo exigirle cada vez más y responde… ha hecho que me reconcilie un poco con el mundo. Y ver la forma en que me ayudan, atienden, bromean y animan los demás integrantes de la “Familia Olivas”, ha hecho que me reconcilie con el deporte en general.

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