sábado, 22 de diciembre de 2012

Mi primer regalo de Navidad


Como cada día me despierto decidida a NO ir al gimnasio, no quiero mover el cuerpo: hace frío, estoy constipada  y me duele la uña del pie. Así que me siento en el sofá de mi casa con un “cola cao” dispuesta a solo ejercitar mi dedo pulgar apretando los botones del mando a distancia. Pero alguien toca a la puerta, dudo en abrir, pero cedo a lo inevitable: Es Félix, mi vecino, que como cada día me pregunta ¿Nos vamos? Y yo, resignada cojo mi gran bolsa de colores camino a mi centro deportivo pensando en la soledad de mi querido sofá.

Y es que  cada día,  cada momento en el que voy a mover mis maltrechos músculos tengo una gran discusión interna entre mi yo perezoso y mi otro yo…ese yo que aún dudo si definir como sano, racional o masoquista que me obliga a seguir. Lo cierto es que mi yo perezoso suele tener argumentos difíciles de refutar…así que entra en juego mi yo niña que se ilusiona con cada día que bromea con los otros usuarios o juega en la piscina o descubre un nuevo movimiento.



Casi todos los días son así, casi, porque el viernes 21 de diciembre de 2012, fue diferente.  Preparé mi bolso el día anterior, lo revisé varias veces y cuando llegó Félix yo ya estaba preparada. Javier, el director del centro las Olivas me ofreció enseñarme unos ejercicios para reforzar el movimiento de mi brazo izquierdo, algo que acepté encantada y esperaba con ansias.





Ese viernes llegué al gimnasio y al salir de la “sala Fittness” (sala con máquinas y espejos  dispuestos a explotar mi lado más masoquista) bajé al vestuario de piscinas. En ese lugar pasé, como cada día, por el trago de desnudarme, colocarme un bañador que no se cómo siempre se enrolla haciendo imposible no dejar el culo al aire unos minutos…pero  si algo de dignidad queda en el cuerpo, esos gorros en los que embutes la cabeza, te la quitan de cuajo.  Pero aún así, entrar a la piscina, con el agua…ir flotando, mientras no haya un espejo…todo va bien.





Javier llegó cargado de pelotas, churros y un dado de esos “anti estrés”, con paciencia me fue explicando cada ejercicio y que movimiento reforzaba. Después de un rato y amenazas de aumentar los kilos de mis mancuernas, logré mover una pelota con la punta de mis dedos, hundir un churro, girar mi brazo al completo, hacer “la pinza” con mi dedo pulgar e índice y estrujar ese dado que, seguramente, algún escritorio extrañaba en ese momento.  Descubrí nuevos movimientos, capacidades que tengo que explotar… ¡ay! Mi cuerpo.



En fin, nos despedimos y mientras estaba secándome el pelo, me di cuenta que nunca me peino y seco al mismo tiempo, porque mi mano izquierda no tiene fuerza para coger el secador mientras me paso el cepillo…ya tengo nuevo reto…como Javi me enseñó a ejercitar esos músculos de mi muñeca,  voy a practicar…así que ya saben, si me ven un poco menos despeinada…por algo será.



Mis “oliveros”, me dieron mi primer regalo de navidad…la esperanza de utilizar un poco más esta mano que a veces olvido…y es que es así el deporte…aun que los objetivos sean individuales, siempre es mejor en equipo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario